domingo, 15 de diciembre de 2013

Segundas partes nunca fueron buenas

La peli




La peli de esta semana es que ... no hubo peli. Por algún motivo y supongo que mediante el mismo mecanismo con el que se toman muchas decisiones políticas - alguien propone, el resto ni aprueba ni desaprueba, ni disiente con alternativas - se decidió seguir viendo los cincuenta o cien, o mil minutos restantes de "The act of killing". La misma peli de  la sesión anterior, que, cuando ya llevábamos más de una hora y media viéndola y todos creíamos que estaba a punto de acabar, como por arte de magia aparecieron tropecientas horas más en la barra indicadora de la televisión, que siendo high definition y con ordenador incluido parecía querer decirnos que era más inteligente que nosotros. 

En fin cachaplín, que cuando en esta sesión, en la pantalla se volvió a ver la magnética imagen de bailarinas tailandesas con saris de seda dorados saliendo por una pasarela de la boca de una carpa gigante de hormigón armado desconchado en medio de una vegetación y cascadas exuberantes, bailando al son que marcaba un sesentón de 150 kilos travestido con un vestido de gasa azul semitransparente y labios pintados de rojo pasión, uno sintió la tentación de quedarse para regodearse en los restos de lo que ya había visto, comido y digerido, como quien se queda al borde de una hoguera mustiando una y otra vez sus propios pensamientos. Solo la mirada de la que me acompaña diciéndome sin pestañear "para ver esto otra vez, mejor nos vamos a hacer niños" me devolvió a la vida real y me activó para el brillante futuro que me esperaba, y no sin un pequeño deje de duda, el aquí escribiente se piró. 


La cena

El plato estrella fue sin duda un sabroso foie debidamente acompañado de una cohorte de pequeños higos confitados, todo debidamente reposado sobre un delicado lecho de cebolla tierna caramelizada con una reducción de vino dulce. Ver a la peña haciendo malabares para zamparse los pedazos de foie sobre unas tostaditas de pan sin que la cebolla caramelizada se cayera en la copa del vecino fue un aliciente más. Realmente estaba muy bueno. Una ensaladilla rusa "auténtica" (por si no os quedó claro) siguió al plato principal. Una selección de ricos quesos y entrantes varios acompaño debidamente la cena. El postre, con sus bombones y chocolates y una esponjosa tarta-bizcocho de manzana puso el punto final. 

A pesar de dar la murga haciendo fotos con una mega cámara super profesional de la muerte, el que esto escribe todavía no tiene los ficheros con las fotos del delicado foie y de las bellas manos sosteniendo etéreos bizcochos, por lo que os dejo, en espera de mejor ocasión, otra foto de mi colección de frikadas de goma.



 El vino

A estas alturas no dispongo de las referencias -supongo que los fervientes colaboradores las proveerán, véase la sección  La conversación-. Había dos vinos: uno muy bueno y otro... ecológico. Sobre el ecológico dos posturas más o menos diferenciadas: los que ven en ello una opción genuina de vuelta a la naturaleza frente a una sociedad digital-industrial-consumista, y los que piensan que ecológico es lo que crece totalmente silvestre y sin intervención humana de ningún tipo en remotos rincones y por lo tanto absolutamente incomestible y solo apto para cabras salvajes destinadas a ser engullidas por cocodrilos.

A falta de fotos del vino, os dejo una de otro muñecote de mi colección de frikadas de goma. Este se llama ecológico.




La conversación

La falta de peli definida centro la atención en la cena. Es la última sesión hasta el año que viene, y eso se notaba en el ambiente. Un año que se cierra y otro que se abre con tantas incertidumbres.. pero el ambiente estaba jovial.. entre otras cosas por que tenemos un blog!! Se discutió el esquema de participación. Por momentos la cosa tomaba visos de reunión de vecinos de patio, pero el consenso general evitó tal degradación.  Todos los interesados tendrán acceso como administradores, así que a partir de ahora se espera ver más vidilla, caos, pisotones y variedad por estos lares ...

viernes, 29 de noviembre de 2013

The Act of Killing

La peli


The Act of Killing no es una peli, ni un documental. Es una peli que es un documental de cómo unos desechos humanos se ponen hacer una peli sobre algo que hicieron en 1965. Todo totalmente verídico.

Esos desechos son antiguos escuadrones de la muerte, paramilitares que en 1965 asesinaron en un año de intenso trabajo a millón y medio de personas (4109 al día) en Indonesia. Y sorprendentemente son humanos. Se peinan, visten, bailan, van de aquí para allá, viven de las rentas, se mueven libremente sin preocupaciones económicas en un régimen que aún hoy les reconoce sus "méritos", donde sigue habiendo vencedores y vencidos y donde, aparentemente, la extorsión, el gangsterismo y la opresión del que puede sobre el que no, está oficializada como una institución más.

Y en la pantomima de sus vidas, cuyo único acto central fue que fueron capaces de matar y beber sangre sin freno, el talento les alcanza para hacer un psicodrama en forma de telenovela, como si se tratara de una obra de teatro de final de curso, donde reviven aquello que hicieron.

La peli no tiene trama. Es una ventana. Pasen y vean.

La cena


Las suculentas torrijas que en un momento dado y sin razón aparente decidieron desprenderse paulatinamente de la leche que con tanto cariño su hacedora les había insuflado fueron sin duda la estrella de la noche. Un primer intento de croquetas romanas promete sin lugar a dudas (lo bueno de estas cenas es que uno va experimentando con los amigos sin que dejen de serlo hasta que sale insuperable). Un excelente pollo al curry con arroz, unos sabrosos canelones y una auténtica Julienne rusa pusieron la guinda. Un pollo a l'ast tipo "que-coño-traigo" también estaba muy bueno y cumplió su función noblemente.



De postre, lionesas gigantes -por error de estimación- con una pasta sorprendentemente profesional y una notoria escasez de crema -otra vez error de cálculo- cerraron la mesa.

El vino

La conversación

Como no podía ser de otra forma, el cierre de Canal 9 fue el tema central. Una sensación general de pena, en unos casos más indulgente, en otros más despiadada, fue la tónica. El entusiasmo por Top Chef suscitó la unanimidad general. No seguir Top Chef y/o no tener wasup hizo dudar a algunos por unos segundos si no estaban en riesgo de exclusión social, sentimiento que se disipó al comprobar una vez más que es el mundo el que está excluido.